
“Miguel es lo más grande del fútbol nacional”
Por Luis Antonio Sasso
Vicepresidente 1º
Así cantaba la hinchada quemera allá por los setenta. ¡Y qué razón tenían!
Un grande de verdad, en una época de grandes jugadores, que se vieron opacados frente al inolvidable “Miguelito” por su enorme calidad, su despliegue infatigable y su capacidad goleadora.
“Argentina lo disfruta. América lo admira. Europa lo reclama” decía el título de una nota de la revista El Gráfico de esos años.
En estos días se cumplieron cincuenta años de su debut en la Primera del Globo, allá por 1967, con apenas 16 años. Llamativamente, coincide con mis primeros tiempos yendo a ver a Huracán al Ducó, llevado por mi viejo; o por mis tías solteronas, habitués infaltables de la parte baja de la Platea Alcorta. Aquellas que adelantaron el regreso de su soñado viaje al terruño de sus ancestros, en los Países Vascos, sólo para ver campeón a su querido Globo.
No podría dar testimonio riguroso de aquellos primeros años. Quizá todo este texto adolezca del mismo déficit; y pido disculpas si expreso algún dato erróneo. Cuanto más atrás en el tiempo, las imágenes se vuelven más borrosas, más difusas. Sin embargo, no quiero caer en la trampa de la consulta fácil a los registros estadísticos. Prefiero que sean mis recuerdos, entremezclados con mis sentimientos y esas sensaciones tan imborrables como intransferibles, los que hablen por mí, y no la fría enciclopedia a mano de cualquier historiador.
De todos modos, no puedo evitar –porque en estos días todo el mundo habla de Argentina vs Perú en cancha de Boca- que Brindisi fue titular de la Selección Nacional en el famoso partido de 1969. Tenía 19 años! Valga como primera muestra para ir comprendiendo lo que significó Miguel en el fútbol argentino y tal vez mundial.
A partir de los setenta la cosa se va aclarando, al menos para mi memoria.
Huracán comienza una etapa única. Y Brindisi fue el estandarte de ese momento histórico.
Si contamos los llamados por entonces “Torneo Metropolitano”, Huracán obtiene el tercer puesto en el año 1972. Fue campeón con el glorioso equipo del ‘73. Obtuvo el cuarto puesto en el año 1974. Y fue subcampeón en los años 1975 y 1976.
Ello, sin contar las excelentes campañas en los “Torneos Nacionales”, que nacieron hacia fines de la década del ´60. Y la semifinal de la Copa Libertadores 1974, en ese singular formato que regía por aquellos años.
Nobleza obliga, siempre acompañado de laderos lujosos. En distintos años, Houseman, Babington, Larrosa, Ardiles -entre otros- potenciaron su figura sobresaliente.
Primer defensor, armador de juego, goleador. Uno de los máximos goleadores del fútbol argentino de todos los tiempos.
Talento y personalidad. Recuperación y llegada al área. Goles de jugada. Excelso pateador de tiros libres (junto con Babington se ponían frente a la pelota, para que el arquero rival no supiera si le pegaría un zurdo o un diestro). Decían que tenía “la cintura en los pies”, por su manejo del balón en espacios reducidos.
¡Ah! Y un señor. Dentro y fuera de la cancha.
Modelo de jugador. Modelo de persona. Y modelo de Adidas, con esa facha y esa inolvidable sonrisa con mueca lateral exhibiendo los botines de moda en esa época; así como lo mostraba la gráfica de las revistas futboleras en fotografías de página completa.
Si bien no pudo jugar el Mundial de 1970 (Argentina no lo jugó), sí compitió en el del 74, llevado a cabo en Alemania. Tuvo un andar irregular, con una selección que anduvo a los tumbos en el marco de un caos organizativo, y que clasificó a segunda ronda casi de milagro. Igual, le alcanzó para clavarle un tremendo golazo de tiro libre a Brasil en la derrota 1 a 2, en un partido por la segunda fase.
“Europa lo reclama” decía El Gráfico. Pero él optó por quedarse para jugar en la Selección. Y fue premiado por ello, por el mismísimo Presidente Perón, en un acto público que por entonces tuvo enorme repercusión periodística.
Luego de la tremenda campaña del ’76 con Huracán, se fue a jugar a Europa. Al Deportivo Las Palmas, el equipo español de las Islas Canarias, junto con Quique Wolf y el arquero Carnevali. Ese equipo que hoy milita en la Primera División y con el que mantiene todavía vínculos.
Volvió a Huracán en 1980 y un año más tarde pasó a Boca, en donde salió campeón. Y aunque no es tema de interés para los quemeros, sólo quisiera decir que, futbolísticamente hablando (o sea, con prescindencia de lo mediático) su figura eclipsó a un tal Diego Armando, al punto que muchos aceptan que fue artífice fundamental en el logro del equipo de la Ribera.
Tambien jugó en Racing, Nacional de Montevideo y en algún equipo de Centroamérica.
Fue director técnico, con varios pasos por Huracán. En uno de ellos obtuvo un recordado cuarto puesto, hacia finales de la década del ´90.
Hace muy poco estuve con él en la Quemita. Miguel estaba viendo las inferiores de Huracán. Sin tapujos, le manifesté mi profunda admiración hacia su persona; y tuve la posibilidad de sacarme una fotografía que retrata un momento que quedará en mi memoria para siempre. Una foto con mi ídolo de la adolescencia.
Pero tengo la necesidad de volver hacia atrás. Y en esa mezcla de recuerdos distorsionados por el tiempo y las emociones, no puedo dejar de pensar en esas tardecitas de domingo en el Ducó.
Huracan iba ganando. El equipo rival yendo para adelante buscando el empate o el descuento. Miguelito parado en la mitad de la cancha casi de puntero derecho. La sombra del atardecer se proyectaba sobre la platea Alcorta y hasta se podía oler el césped húmedo. El rechazo de nuestra defensa. La salida limpia sobre el sector en donde Brindisi esperaba la pelota. Ese pique imparable, esa mezcla de destreza y potencia para llegar al gol, él o algún compañero que había acompañado la jugada. Un nuevo triunfo, una nueva goleada se había consumado.
Y de fondo, la gente cantaba. Y yo, con apenas catorce años en ese imborrable 1973, también.
“Miguel es lo más grande del fútbol nacional”.
Y era así nomas. Se los puedo asegurar.
PD: Estas líneas pude terminarlas justo el día de su cumpleaños número 67. ¡Felicidades querido Miguel!