
#HistoriaQuemera ¿Sabías que Claudio Borghi fue comparado con Maradona por su tan genial juego?
Citar que por Huracán pasaron grandes jugadores no resulta novedoso, aunque el ejercicio del desglose de esta premisa siempre es bienvenido a razones de historia: realmente, la galería de cracks es interminable y va desde ídolos propios hasta ídolos de todos los clubes, del fútbol y la Selección de Argentina, del mundo y de todos los tiempos.
Grandes campeones, goleadores, hombres récords y con los máximos logros y reconocimientos volaron, en honor a su grandeza, en el Globo rey del balompié y originario de tantos otros Globos balompédicos (más de doscientos cincuenta y seis en cuatro continentes). Uno de ellos, entre tantos, tantísimos más, fue Claudio Daniel «Bichi» Borghi Bidos, de pie, a palma viva y nombre completo, que fue, para resumirlo en pocas palabras, comparado grandemente con Diego Armando Maradona.
En principio, tuvo bastantes similitudes en su carrera: ambos fueron enganches, debutaron y son de los máximos ídolos de Argentinos Juniors, tienen como logro susano la consecución de la Copa del Mundo de 1986 (sumándose así Borghi a los ocho restantes futbolistas campeones de Mundiales de Fútbol con paso por La Quema) y brillaron en Italia. Algunos de estos conceptos son más o menos parecidos, y sobre todo, las comparaciones se acentúan en los dos primeros.
En cuanto al club de La Paternal, Maradona es su máximo exponente, su segundo goleador histórico y el mismísimo bautismo de su estadio, mientras que Borghi lo guio en absolutamente todos sus títulos oficiales de máxima categoría siendo excluyente figura: los Campeonatos 1984 y 1985, la Copa Libertadores 1985 y la Interamericana 1986 como jugador, más el Torneo Clausura 2010 como director técnico. Más aún, es posible que el mejor partido de su carrera haya sido el de la Copa Intercontinental 1985 que los bichos colorados perdieron por penales en Tokio ante la Juventus de Michael Laudrup y Michel Platini. En tal duelo, tacos, enganches, pases de tres dedos y amagues de a dos o tres jugadores formaron parte de su repertorio, sumando que casi señala un gol olímpico. Sobre todo, lo ponderó figura del partido el hecho de crear la gran jugada (una pared, tres jugadores amagados, otra pared y grito de un compañero suyo) del primer gol del team argentino y colocar la asistencia del segundo.
Aunque sobre el Mundial 1986 y sus pasos por Italia hubo algunas diferencias. En principio, Maradona fue la figura del certamen ecuménico disputado en México (y figura de una edición como nunca nadie antes ni después, según la propia FIFA, en toda la historia mundialista) y Borghi, merced de lo mismo, sólo jugó los primeros partidos directamente debido a aquel suceso: fue, justamente, suplente del «10» que opacaba a cualquiera. En «La Bota» europea, el «Dios» del fútbol fue el Dios del país y del Nápoli (ese que décadas antes fue deslumbrado por «el Messi del primer Mundial», goleador del mismo, mayor promedio de gol de la Selección Argentina y uno de los más grandílocuos y extremadamente máximos ídolos de toda la historia quemera, Guillermo Stábile), entretanto «Bichi» no contó con la misma suerte: llegó al Milan como deseo imperioso de su dueño Silvio Berlusconi, aunque no había sido pedido por el técnico Arrigo Sacchi, como sí lo fueron los fantásticos holandeses Marco van Basten y Ruud Gullit, que ocupaban el cupo permitido de dos extranjeros en la Serie A y casi no le permitieron demostrar al argentino su gigante talento. Aunque, claro, habrá dejado su huella en la entidad tana, ya que, luego de su paso, tanto los dos referentes de la «Naranja Mecánica» así como el liberiano George Weah, sendos tres ídolos históricos, no pararon de tirar vistosas rabonas ante la masiva difusión del fútbol por las transmisiones televisivas…
Más allá de lo relatado, Borghi ganó las comparaciones máxime por su forma de jugar, similar al del, para muchos, mejor de todos los tiempos: era una inefable maravilla. Sus pases eran milimétricos y contaba con un abanico técnico tremendo para realizarlos: con todos los perfiles del pie, especialmente los «tres dedos»; una inmensa cantidad eran de taco, otra más resaltada de rabona (pases largos y cortos), así como dejando pasar la pelota por debajo de sí («pases sin tocarla»); centros precisos y asistencias de lo más excelsas y variadas. Se animaba a grandes disparos al arco desde los córneres (le pegaba siempre con la parte externa del pie, en el que tenía mucha fuerza, dándole mejor ángulo) y era un muy buen ejecutante de tiros libres. Contaba con una muy buena pegada, con las que señalaba goles de afuera del área, picándola como un mago o con latigazos de larga distancia. Para completar su efectividad en la pelota parada, era habitué de fuertes disparos desde el punto penal que variaba con «vaselinas» desde el mismo. Y, para completar su repertorio de goles, tenía buen cabezazo y, sobre todo, un amague de cuento. Regates, caños, sombreros, lances del balón por un lado de su contrario seguido a ir a buscarlo por el otro y engaños con el taco salían constantemente de su galera. Era capaz de efectuar apiladas de dos, tres o hasta cuatro jugadores, por lo que recibía numerosas patadas. Sumando estas virtudes a su gran juego asociado, muchas veces arrancaba desde atrás de mitad de cancha y terminaba en la red. Pero, por sobre todo, es recordado por ser propietario de las mejores rabonas que se vieron. Su técnica era perfecta: en lugar de dejar la pierna de apoyo rígida, doblaba la rodilla de ésta y de esa forma conseguía impactar el balón con el empeine o la zona del pie que él quisiese, y no sólo, y en cambio, con la punta. Para esto poseía, también, sobrada fortaleza en la pierna hábil, y suele enseñar que es mejor pegarle con el esférico en movimiento que con el mismo quieto. Siempre insistió, empero, que la rabona era un defecto propio nacido de no usar casi nunca la pierna izquierda. Se dice que fue el mejor ejecutor de rabonas de la historia y tal vez sea el personaje más vinculado a esta técnica. De esta manera, por el sur porteño acontece un fenómeno particular: así como jugaron en sus canchas el fundador (Cesáreo Onzari) y el «Rey» («Cococho» Álvarez) de los goles olímpicos, jugaron asimismo el fundador (Ricardo Infante) y el «Rey» (él) de la rabona. Cómoda línea la última para llamar a recuerdo a la marianela, la palomita y la mal llamada «foquinha», creadas también por grandes huracanistas.
Por tanto, muchos opinan que, después de Maradona, él fue el mejor, lo cual recepciona como un halago extraordinario. Muchos otros dicen, incluso, que directamente fue mejor que Maradona. Su opinión es, en manera textual, que «La desgracia que tuve fue haber sido comparado con Diego siempre, y también el privilegio, la suerte de haber sido comparado con él». En una ocasión en la televisión chilena, más precisamente en «Abrazo de Gol» de CDF, le preguntaron sobre el mejor jugador de todos los tiempos. Habló con los ojos de sabios de mayor edad que él, que vieron en forma extraordinaria al «Charro» Moreno y a Pelé como el mejor, y no escatimó elogios con su saber sobre Di Stéfano (que tuvo su «Gran Explosión» en Huracán en 1946), del que describió parte de su carrera y, pese a no haberlo visto, dijo «[…] está considerado dentro de los mejores» y «fue el primer jugador considerado «total», que atacaba y defendía en aquellos tiempos». Y con los suyos: tras mencionar a «Cruyff», sentenció, luego de explicar que en los tiempos de antes había menos protección para con los jugadores y que se les pegaba más patadas en relación a la actualidad claramente dominada so manto de Lionel Messi (aunque sin ánimos de compararlos), «para mí fue Diego el mejor que vi».
Como curiosidad adicional, ambos dirigieron Selecciones: Diego la de Argentina (2008-2010) y Claudio la de Chile (2011-2012).
En la temporada 1991/1992, supo ser el mayor exponente del plantel huracanense y la revista El Gráfico lo seleccionó mejor enganche del Campeonato. Libró veintidós juegos en los que no faltó a la marca de tanto. Su paso, aunque no muy largo, perdura y lo hará siempre en gratas memorias. Fue un homenaje constante al mejor fútbol y en el hodierno, a pesar de los años transcurridos, las gradas del Palacio Ducó, sabias, que tanto vieron, aún aplauden la grandiosidad de las rabonas que obsequiaba tan magistralmente. «Recuerdo siempre una jugada que hice en Huracán que pateé de rabona después de un centro, de un córner que despejó Rosario Central, y yo pateé del borde del área de la tribuna local y la pelota pegó en el travesaño», cuenta con frecuencia quien tiene mucho para recordar. Y los hinchas aerostáticos, que tanto más tienen en memoria, también se acuerdan de él y sus jugadas con el mismo cariño con el que lo ovacionaban en su tiempo. «[…] Cuando estuve en Huracán me trataron mejor que en cualquier otro lado. El cariño de la gente, el grupo que se formó, todo… Ahí, fui feliz». De ese cariño hace referencia la presente pluma. Y ese fue su argumento para responder «Huracán, sin dudas» cuando en el programa Estudio Fútbol de TyC Sports le preguntaron en qué club se sintió más cómodo durante 2008.
Es cierto que resulta difícil ser comparado con Maradona. Quien sea que se trate ha de ser realmente un extraterrestre de los gajos pentagonales. Pero también es cierto que «el Bichi» lo era. Por eso y más, las comparaciones no son infundadas: lo aplaudieron las mismas pestañas en los mismos suelos. Ciertamente, Claudio Borghi fue un Maradona diestro.
Gonzalo Hernán Minici