#HistoriaQuemera Huracán y el gol olímpico
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#HistoriaQuemera Huracán y el gol olímpico

Según la FIFA, se denomina «gol olímpico» a aquel tanto anotado directamente de un saque de esquina sin que nadie toque el balón en su trayecto al arco. El padre de todos estos fue fechado el 2 de octubre de 1924. El padre de la jugada, apellidado Onzari, multi-campeón huracanado:

En Argentina se reorganizó la revancha de un amistoso ante Uruguay, tras un cruce anterior en Montevideo empatado por la mínima, luego de suspenderse a los cuatro minutos el duelo pactado para el 28 de septiembre. Incidentes, heridos y hasta gente al borde de la línea lateral impidieron el curso del cotejo: un exceso de público superó con creces la capacidad del estadio de Sportivo Barracas, casa del encuentro, tradicional en los años veinte (había entre 52 000 y 60 000 espectadores, cuando el edificio podía recepcionar a unos 40 000).

El juego no mudó de «field», mas los organizadores tomaron medidas a fin de minimizar la cantidad de aficionados y aumentar las garantías de seguridad. Entre ellas, además de una considerable alza de precio de las entradas, se optó por cercar el campo de juego para evitar el amontonamiento de la multitud dentro del mismo. Si bien ya existían canchas cercadas en los dos países, el carácter de campeón olímpico del equipo charrúa parió una denominación: «alambrado olímpico».

Llegado a este punto, ante el fervor de 30 000 privilegiados, el suceso encontró tiempo y espacio: Cesáreo Onzari, el audaz wing izquierdo de Huracán, se erigió fundador del «gol olímpico», patentado éste a los 15 minutos de partida. El árbitro uruguayo Ricardo Villarino no dudó en darlo por válido, ya que la International Board había cambiado el reglamento hacía poco y la notificación ya había llegado muy recientemente al Río de la Plata.

Fue una página grande de la magia del fútbol. La mirífica rareza causó asombro en el público y enmudecimiento desorientado en los rivales. Del córner al arco, recibió nombre como el alambrado que lo dejó admirar. En el momento del tanto, que detuvo tantos momentos, «La Celeste» fue presa de un pasmo tan vivo que también podría adjetivarse «olímpico».

Gonzalo Hernán Minici