#HistoriaQuemera Homenaje a Norberto Conde
Historia Quemera

#HistoriaQuemera Homenaje a Norberto Conde

Este día conmemora obra y gracia de Norberto Conde, un balompédico que con gracia obró en favor del fútbol argentino. También, miembro de la historia quemera. Vivió de lunes a lunes: nació el 24 de agosto de 1931, a poco del debut del magnánimo Masantonio (31 de mayo) y falleció el 8 de septiembre de 2014, a poco menos de la obtención huracanada de la Copa Argentina (26 de noviembre).

Criado en Mataderos, Soldati fue su cuna deportiva y Liniers su principal escenario. De la cantera de Sacachispas pasó a la de Vélez, donde en poco y mucho tiempo a la vez se transformó en un ídolo sin reloj. Debutó en mayores en 1952, en 1954 se consagró goleador argentino (19 tantos) y en 1955 fue uno de los elegidos del genial Guillermo Stábile para abordar el barco nacional que conquistó América (una vez más). Su tanto más célebre en la Selección tuvo fecha 24 de junio de 1956: el único gol del primer triunfo argentino ante Italia. Ese partido lo protagonizó a muñeca vendada con una fisura.

Tras un primer ciclo de brillos en Vélez (1952-1959), el insider derecho, entonces ya casi como un «8» de hoy, llegó a Huracán a reforzar un plantel de hombres con mucho nombre: los Rossi (Néstor y Oscar), Arredondo, Rendo, Vidal y Crosta, entre otros, fueron compañeros suyos. Por sobre todos ellos, sus goles: fue el máximo artillero huracanado del Campeonato de 1960, con 10 anotaciones en 22 juegos y un promedio elocuente. Aquellos provenían de sus cualidades, tales como sus gambetas, su velocidad explosiva en el tramo final, su constante ir y venir, su gran técnica ambidextra y su notabilísima definición.

Tras ser un huracán en plena Quema, mudó juego a Atlanta (1961-1963), Ferro (1964) y cerró andar en Vélez (1965), donde es símbolo y uno de los máximos goleadores, superando el centenar de redes rotas. De Argentina a Colombia, se retiró un año luego en América de Cali. Más tarde fue técnico, como cuando futbolista, aunque en ese «ahora» como director: guió a Colón y a un elenco barrial de Liniers.

Su magia supo tener sede en el Parque, como la de tantos otros grandes. Por eso, los Patricios le guarecen gratas memorias.

Gonzalo Hernán Minici