#HistoriaQuemera Homenaje a Néstor Rossi
Historia Quemera

#HistoriaQuemera Homenaje a Néstor Rossi

Hijo de Patricios, Néstor Raúl Rossi nació el 10 de mayo de 1925. Mencionarlo es gritarlo, redundar sobre el «5» y entrar a la galería de cíclopes que posee Huracán.

Cuando «Flaco», inició formación en Atlético Béccar. Prosiguió en las aulas verdes de Acassuso, Platense, y, en 1942, como arriesgada visión a futuro, fue adquirido por River por una cifra estrambóticamente elevada para un juvenil. Sin error y con acierto, aquel equipo acababa de adquirir a un crack de todas las eras. El Patón era un rompecabezas matizado por garra, caudillismo, temperamento, presencia, fortaleza, control, agilidad y otros tantos atributos. Emocional y cerebral a la vez, parecía tener gajos pentagonales en lugar de neuronas; era la transmisión de las jugadas, que mucho antes rodaban por su mente. Y, sobre todo, una inconfundible y única voz de mando: le gritaba a todos y en cualquier circunstancia. Así, en 1945 debutó en plena «Máquina de River» para pelear el puesto nada menos que con Manuel Giúdice, y glorió en los Campeonatos y las Copa Aldao de 1945 y 1947. Fue convocado por Stábile y alzó el Sudamericano de 1947, al lado de un «Tucho» Méndez brillante y goleador. Siguió allí hasta 1948, cuando, tras la huelga futbolística de la que él fue una de las cabezas, llevó maletas a Millonarios de Colombia (1949) junto, entre otros, a Pedernera y Di Stéfano, dos quemeros estelares. Allí el Narigón fue clave del «Ballet Azul»: campeón (1949), subcampeón (1950), tricampeón (1951-1952-1953), más la Copa Colombia 1953. Su popularidad llegó al extremo de ser contratado como modelo de ropa masculina, e, incluso, en gira por Europa, tentado por el Real Madrid y otros clubes italianos. En 1955, «Gritón» volvió tricampeón (1955-1956-1957) a River. Por eso, fue capitán de «Los Carasucias», el increíble campeón de Don Guillermo del Sudamericano 1957 que lo transformó en el «Patrón de América», y luego partícipe del Mundial 1958. Con tales antecedentes se dirigió a la usina de sus pasiones a cerrar carrera y, así, Pipo llegó a La Quema en 1959 para dejar sus últimos días en el mediocampo. Con la experiencia hecha sangre, cumplió la doble función de jugador y técnico, rasgo distintivo que grabó inmensa impronta para siempre. Disputó 54 partidos e hizo un gol hasta 1961, tipificando memoria permanente.

Ya con buzo, dirigió a Huracán (1959-1961; 1968-1969; 1980-1981) y a otros varios equipos de cuatro países, campeonando con Boca (1965). Falleció por Alzheimer el 13 de junio de 2007, dejando anécdotas imperdibles, humor carismático, numerosísimas expulsiones, arquitectura de juego y un legajo de grandeza. En el Palacio Ducó aún resuenan sus gritos; «La Voz» también lo es del Globo: no tanto como aquellas de Manzi, Centeya, Ferrer o Sandro, sino más bien como las de Viberti y Basile.

Gonzalo Hernán Minici