#HistoriaQuemera Homenaje a Luis Monti
El 9 de septiembre de 1983 un paro cardíaco se llevó a quien, en forma paradójica, fue el corazón de cada equipo en el que jugó: Luis Felipe Monti, una legendario del fútbol que, también, se encuentra entre páginas de historia Huracanense como uno de los mejores centrocampistas en vestir la camiseta blanca con vivos rojos.
Sus primeros pasos en la máxima categoría del balompié doméstico los dio en Huracán en 1921, junto a su hermano Enrique, back derecho. Era un caudillo muy rudo, un líder batallaroso y un eje guía a la vez. Así fue que se adueñó del mediocampo quemero en el tramo más importante del campeonato de aquel año y, conquistando partidos claves, campeonó en el primer título de liga de la institución. Luego fichó en San Lorenzo, donde también se consagró (sí, «Doble Ancho» supo gritar «campeón» en dos veredas separadas por un abismo sociocultural). Más tarde, armó las valijas para luego alzar cuatro «scudettos» y una Copa Italia con la Juventus, logrando incluso algo aún más complicado: ganar efusivos elogios de hinchas e historiadores del Torino… Queda claro, Monti era un especialista en hacer coincidir fronteras opuestas.
Sin embargo, su gran jerarquía devino del ámbito internacional: con Argentina obtuvo el Campeonato Sudamericano 1927 (actual Copa América), una recordada medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam 1928 y capitaneó el subcampeonato del inicial Mundial de 1930, en el cual marcó el primer tanto mundialista argentino. Después, con nacionalización tana, se convirtió en el «León Azul» y consiguió la Copa del Mundo en 1934, siendo el único futbolista que disputó finales ecuménicas con distintos países. Sin embargo, un dato horrendo nubla el cielo de esta hermosa curiosidad: en ambas oportunidades, este centrojás de gran contextura jugó amenazado de muerte…
Tras su retiro, Luisito se dedicó a la dirección técnica. Y, durante 1947 y 1948, Parque Patricios fue el único barrio del país que lo mostró en tal rol.
Gonzalo Hernán Minici