#HistoriaQuemera Homenaje a Jorge Newbery
Hoy, en un nuevo aniversario de su fallecimiento, se conmemora y rinde homenaje a Jorge Alejandro Newbery, uno de los personajes más polifacéticos de la historia argentina y más ilustres de la Quemera. Para ambas dos, de primerísima importancia.
Resulta increíble que haya vivido sólo una vez y logrado tanto. Complica análisis y entendimiento de cualquiera. Pero es por eso, quizás y entre otras razones, que haya sido considerado el primer ídolo popular no político (partidario, aunque sí institucional) generado por el país. Fue («el») aviador nacional, aunque sus aires surcados, colmados de compromiso social y fuertes principios de inclusión y prosperidad, mucho tenían de variopintos. Se lo considera «el padre de la aviación argentina» a base de escritos y una gran cantidad de récords en la índole, así como las creaciones, fundaciones, direcciones rectoras, vicepresidencia y presidencia de entidades de singular valor en el área, más cargos y títulos honoríficos. Deportista notabilísimo, se destacó en el arte pugilístico, la natación, el remo, la esgrima, el automovilismo, la maratón y la lucha grecorromana, entre otras disciplinas, enseñando, campeonando en certámenes locales o continentales, ganando premios, estableciendo marcas y hasta instaurando actividades físicas (como el boxeo) como populares en Argentina, erigiéndose, sin dudas, como un gran impulsor del deporte nacional y su historia. Hombre de ciencia, se recibió como ingeniero electricista habiendo sido alumno de Thomas Edison para luego ocupar cátedras y vicepresidencia en materias y secciones afines, presentar trabajos en congresos internacionales del exterior y ser escritor habitual de los Anales de la Sociedad Científica Argentina. En cuanto al quehacer institucional, fue funcionario público, Director General de Instalaciones Eléctricas, Mecánicas y Alumbrado de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, jefe de la Compañía Luz y Tracción del Río de la Plata, Director del Servicio de Alumbrado de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, estudiante de soluciones para la locomoción y tráfico en el hábitat urbano, escritor de leyes sobre seguridad laboral y, esencialmente, autor del libro científico-industrial «El Petróleo», la primera obra publicada en Argentina sobre la explotación petrolera que estableció el abecé de la riqueza del suelo nacional. No es casual, por tanto, que haya sido una de las personas más mencionadas y a quienes más tangos se han dedicado, que se haya realizado una película sobre su vida, o que le haya dado nombre a una gran cantidad de escuelas y calles a lo largo y ancho del país. Menos, que el Aeroparque Metropolitano Jorge Newbery lleve su nombre.
Pero lo más importante, al menos en La Quema, es que Newbery fue fuente de inspiración para los jóvenes alumnos del Colegio Luppi que a principios del siglo XIX tenían el sueño de fundar un club de fútbol. Por su parte, «George», como llamaban al dandy oriundo de Belgrano sus amigos de la alta sociedad, sentía especial apego por el arrabal porteño de Parque Patricios (donde tenía su club Buchardo) y Pompeya. De esta mutua simpatía nacieron los primeros acercamientos e intercambios de cartas. Luego, tras la organización y refundación del club, con Laguna en la presidencia, se forjaron definitiva y formalmente los lazos que lo unieron para siempre con la institución: en 1911, ya cuando socio de Huracán, fue designado Delegado Honorario del club y, junto a la notificación de este honor, se le pidió mediante una nota, dos años después del récord sudamericano de duración y distancia batido por él al mando de «El Huracán» con el que el 28 de diciembre de 1909 recorrió 550 kilómetros en 13 horas uniendo Argentina, Uruguay y Brasil y colocándose en el cuarto lugar mundial de tiempo de suspensión y sexto en recorrido, la autorización para utilizar como insignia y escudo a su famoso aerostato, como ya mandaban los primeros escritos del Libro de Actas fechados en julio de 1910: «Los distintivos que usará el Club serán los siguientes: en el football Camiseta blanca con el distintivo del Globo Huracán», texto firmado, incluso, bajo el sello donado por Newbery. La respuesta del piloto fue la siguiente: «He tenido el agrado de recibir su muy atenta nota con fecha 3 del actual en la que se sirve comunicarme que he sido nombrado delegado honorario de ese Centro. Al agradecer la distinción de que soy objeto, doy mi conformidad, ya que se sirve usted solicitarla, para usar el distintivo que menciona, esperando que el team que lo llevará sobre el pecho, le sabrá hacer los honores correspondientes a ese globo que en un vuelo cruzó sobre tres Repúplicas». Así dio comienzo a una serie de generosidades que resultaron ser cimientos fundamentales para el crecimiento y la construcción de la grandeza de Huracán que él tanto impulsó. El siguiente gran acto fue conseguir la cesión del terreno ubicado en la calle Arena (hoy Av. Almafuerte) para utilizar su cancha municipal como estadio oficial (que llevó su nombre), necesario para poder entrar en la Asociación Argentina de Football. Un año más tarde, en 1912, intercedió bajo su carácter de Presidente Honorario ante la Asociación para que sea aceptada la afiliación que a Huracán se le negó el año anterior, antes de contar con los beneficios que conllevaba su figura. Para esto, gestionó el acondicionamiento del terreno y Huracán logró entrar ese mismo año a la Tercera Liga. Poco después, recibió el famoso telegrama que selló el pacto de grandeza: «Hemos cumplido. El Club Atlético Huracán sin interrupción conquistó tres categorías ascendiendo a primera división como el globo que cruzó tres Repúblicas». Tras esto, en enero de 1914, quien fuera el mayor «padrino» del fútbol argentino concluyó sus últimas gestiones: inició una suscripción popular que tuvo como resultado un gran aumento del caudal de socios, lo que significó un salto enorme para su entrañado Globo, al que ayudó hasta sus últimos días.
El 1 de marzo de 1914, la muerte lo encontró en el aire, que tan bien supo adueñarse siempre, al mando de un avión. A su entierro concurrieron más de 50 000 personas, algo poco común para ese tiempo, aunque comprensible por el gran carisma de este ídolo popular. Luego de su deceso, le dio y sigue dando nombre a una gran cantidad de entidades sociales y deportivas «Jorge Newbery» y la insignia a una aun mucho mayor de Huracanes repartidos en cuatro continentes, y, en su honor, tras el acto inaugural de 1949, el hoy Estadio «Palacio» Tomás Adolfo Ducó llevó el nombre de este prócer hasta 1967. En éste, desde los años 70, el Palco de Autoridades de la Platea Alcorta constituye el Sector Jorge Newbery. Asimismo, Huracán cuenta desde mediados de la década del 80’ con un complejo polideportivo y recreativo llamado Campo de Deportes Jorge Newbery, conocido popularmente como «La Quemita».
A más de cien años de su partida, Argentina recuerda a este precursor generalista como una de las personalidades más significativas del país, y, Huracán, como quien le dio, entre tantas cosas, su insignia identificatoria. No se sabe qué pasó con el globo «El Huracán», que desapareció luego de la muerte del gran aviador (su última aparición registrada data del 23 de octubre de 1913). Empero, el eterno Newbery se hace presente piloteando en cada camiseta Quemera, en el pecho de cada hincha, su globo blanco con franjas y banderines rojos a los costados. Tal vez ese haya sido el destino incierto del aerostato: el vuelo eterno junto a «El Hombre Globo».
Gonzalo Hernán Minici