#HistoriaQuemera Homenaje a Alejandro De los Santos
Historia Quemera

#HistoriaQuemera Homenaje a Alejandro De los Santos

Alejandro Nicolás De los Santos nació en Paraná, Entre Ríos, el 17 de mayo de 1902, hijo de una historia cruel que supo encadenar a la humanidad durante milenios: sus padres, de Angola, huyeron de su esclavitud nadando para alcanzar un barco con destino ciego que finalmente los liberó tras cruzar el Atlántico a fines del siglo XIX.

Tras la muerte de sus progenitores, se radicó en Boedo junto a sus hermanos. De pequeño se vistió de entreala izquierdo en Oriente del Sud hasta 1920, cuando consiguió el ascenso a Segunda División Intermedia, se hizo popular y pretensión de San Lorenzo, nuevo club durante 1921. De allí pasó a Sportivo Dock Sud (1922-1924), donde vivió contiguo a la sede de la institución y se volvió estatua viviente de la misma: con sus goles (tres en el partido clave), llegó el ascenso a Primera. Y, sin escalas, defendió los bastones albicelestes del combinado nacional entre el 10 de diciembre de 1922 y el 25 de diciembre de 1925, alzando la Copa América en su último partido. Entre 1924-1926 y 1927-1930 (en medio un retorno fugaz a El Docke en 1926) brilló en El Porvenir, llegando a compartir elenco con Manuel Seoane, llegando a un tercer puesto en Primera (mejor calificación del cuadro de Gerli) y llegando a ser, con 148 partidos y 80 tantos, el segundo máximo goleador y el supremo gigante de la entidad. Lo cuenta Guido Guichenduc, historiador del Blanco y Negro: «De los Santos es el gran ídolo histórico del club», afirmando «[…] fue el jugador más importante de los mejores años; de eso no cabe la menor duda». Y lo ratificó Aníbal López Guerra, otro cronista del cuadro de El Porve: «[…] conocí muchos viejos socios del club y De los Santos era Maradona para ellos».

Con esos antecedentes tripuló el aerostato de Jorge Newbery, en 1931. Comenzó como centrodelantero, aunque en un «nada» le cedió el puesto al mejor puesto allí en las memorias quemeras: el Guapo Masantonio. Con Herminio, compuso un dueto letal coronado por un huracán de goles. Asimismo, logró la Copa Consuelo Beccar Varela 1933 y la Tercera Rueda del Campeonato de Primera División 1934 (única en su especie). Totalizó 88 juegos y gritó 25 veces hasta su retiro, en 1934. Colgados los botines, se puso el buzo de entrenador de distintas entidades, destacada entre ellas, en dos ciclos colmados de protagonismo (1940-1941 y 1945-1946, dirigiendo a Alfredo Di Stéfano en el segundo), la que hoy tiene sede en Caseros 3159.

Consanguíneo a su origen contado, supo quebrar racha de cautiverio y cautivar, después, a La entera Quema y la Selección Argentina, hermosos habitáculos entre otros. Falleció el 16 de febrero de 1982. Mas su esencia vivirá por siempre, libre y con gloria.

Gonzalo Hernán Minici