#HistoriaQuemera ¡Feliz cumpleaños, Rolfi Montenegro!
Historia Quemera

#HistoriaQuemera ¡Feliz cumpleaños, Rolfi Montenegro!

Con apellido de principado y futuro de príncipe balompédico, el 28 de marzo de 1979 nació Daniel Gastón Montenegro en La Tablada, Buenos Aires. Entonces, la «H» del aerostato más hermoso se encendió más intensa. Y el porqué de aquella luminiscencia llegaría años luego.

No fueron negros los montes que tuvo que escalar desde sus nueve años, mas sí blancos y rojos con una inmensa sombra de ayer verde. No residió en el sureste de Europa, mas sí en el sur porteño. De La Quemita al mundo, uno de sus mundos fue (y es), clausuradas todas las dudas, Huracán, con primeras certezas habitantes de Mariano Acosta 1981. Siendo chico, ya le quedaban chicas las divisiones de cantera, por lo que llegó a su primera cima: el fútbol grande. Su debut, con fecha marcada a fuego, fue el 6 de abril de 1997, cuando, luciendo esa «16» que tanto se suele lucir en el terreno cercado por la avenida Alcorta y las calles Luna y Miravé, abrazó la victoria por 3 a 1 ante Vélez en el escenario principesco que merecía su apellido: un Palacio. Y el más bello palacio: el Tomás Adolfo Ducó. Desde entonces, hasta los cuadros reales escritos en los muros perimetrales en honor a glorias de antaño, aplaudieron a «Rolfi», ese jovencito que empezaba a mostrar toda la dinastía que llevaba en la sangre, pero no por portar un documento que encuentra coincidencias etimológicas con una geografía determinada, sino por portar un juego que encuentra coincidencias intrínsecas con la geografía que lo aplaude.

Así, sus gambetas de excelencia, su precisión minuciosa, sus asistencias innumerables, sus bombas extraordinarias y sus goles de cuento, fueron cuenta corriente hasta las medias de 1999, ya con la «10» ganada. Ciertamente, en su parcial total de 79 partidos con 19 gritos como mediocampista ofensivo, su talento bajo tapones, como otros talentos también vendidos en millones como Casas y Peralta, resultó un bálsamo en días de malas por el Parque: su ida al Olympique de Marseille halló convivencia con el Sudamericano Sub-20 que logró con tiras albicelestes, así como la pérdida de categoría de los Patricios que guarecieron todos sus comienzos.

Tras su corto andar en el elenco francés, las albas del nuevo milenio alumbraron su regreso al país: vistió la camiseta de Independiente por un rato (que valió posterior porvenir) y, aún con su pase en poder del Olympique, de regreso a Europa fue prestado otras dos veces, primero al Real Zaragoza (2000-2001) y luego al Osasuna (2001), sendos equipos de España en donde, como en Francia, no tuvo mayores oportunidades de mostrar sus mayores condiciones.

Así, sus gambetas de excelencia, su precisión minuciosa, sus asistencias innumerables, sus bombas extraordinarias y sus goles de cuento, volvieron a ser cuenta corriente en La Quema, con varios «10» ganados en diarios, aunque inmortalizando el número veintitrés, durante los primeros seis meses de 2002 que se recordaron, luego, hasta tres lustros después: en el Clausura 2002 conformó, siguiendo órdenes tácticas de Miguel Ángel Brindisi, un dúo magistral con «Lucho» González que llevó a su entidad defendida a un logrado cuarto puesto con 30 puntos, siendo él, decididamente, el jugador del torneo. Si hasta fue ovacionado por hinchas rivales, como los de Colón en Santa Fe. Sumó 18 juegos con 11 gritos en casa blanca con vivos rojos (97 y 30 con los números del primer ciclo).

A mitad de año Independiente concretó pretensión deseada y Rolfi pasó a la cotidianeidad de Avellaneda, donde campeonó por vez primera al llegar, en el Torneo Apertura 2002. Y el turno de disfrutarlo en 2003 fue de River, donde fue subcampeón de la Copa Sudamericana 2003 y campeón del Torneo Clausura 2004. Tras el éxito local voló a Rusia y aterrizó en el FC Saturn Moskovskaya Oblast (2004-2005). Retornó a River (2005-2006); retornó a Independiente (2006-2009). Jugó en la Selección Argentina de Maradona, donde llegó a vestir «la diez» de la mano de «el Diez», y desplegó su experiencia en América de México (2009-2012), para volver a retornar a un Independiente de vaivenes que, en su cuarta estancia (2013-2014), descendió y volvió a Primera tras un polémico desenlace ante Huracán, su querido Huracán…

Así, sus gambetas de excelencia, su precisión minuciosa, sus asistencias innumerables, sus bombas extraordinarias y sus goles de cuento, abrieron una herida grande en el corazón de su gente… Aunque volvieron, una última vez, para sanar y quedarse por siempre en Caseros 3159, y el 19 de febrero de 2015 inició el final, uno, feliz, que duró más de tres años: alzó la Supercopa Argentina 2014 y fue esencial en los cuadros de la Copa Sudamericana 2015 (subcampeón) y la Libertadores 2016 (eliminado, muy suspicazmente, por quien a poco se coronó rey del certamen), así como el de la rectificación en la Superliga 2017-2018 (cuarto puesto, uno impensado desde el punto de partida). Todo eso desde el dorsal «30» hasta su merecido «10». Muy agasajado, se retiró el sábado 12 de mayo de 2018 en el mismo Palacio en el que más de veintiún años antes se presentó ante el pueblo quemero; esta vez, en un vibrante 3-3 ante Boca que valió un boleto para recorrer el continente una vez más y una condición histórica personal: se transformó, con treinta y nueve años, un mes y catorce días de vida, en el futbolista huracanense más longevo de todos los tiempos. Sumó 94 cotejos y 5 tantos más en su hogar con «H» mayúscula, totalizando así 191 y 35 marcaciones (entre ellas, a los cinco clásicos rivales). Gran enganche, fue aplaudido por propios de la casa y contrincantes ajenos. Fue dueño de un homenaje regado por lágrimas que dudará para siempre. Fue ese «Olé; olé, olé, olé; Rolfi, Rolfi» que volvió a bajar de las graderías más grandes del país como hacía dos décadas. Y fue la leyenda que llevó ese día la camiseta huracanada: aún embarrada, como si todo ese barro fuera la presencia bélica en el reconocimiento a tantas añadas de mérito, dejó leer «Termino donde quise, El lugar que me vio nacer».

Actualmente sigue en las pantallas que muestran fútbol, pero no como motivo de análisis, sino como analista: es panelista del programa «No todo pasa», de TyC Sports.

Idolatrado por muchos, resistido por algunos, Daniel Montenegro es, sin rincón para la duda, uno de los mayores referentes propios del último tiempo. Desde su debut supo ganarse el respeto encariñado de La Quema, su casa, su cuna. Tuvo tres pasos distintos por el club y en el último, declarado en el Honorable Concejo Deliberante del partido de La Matanza como «Personalidad Destacada del Deporte» (por haber sido hijo de la localidad) entre otros miles de honores, campeonó al llegar y se retiró campeón de un récord. Por todo eso, por más, y no por menos, este y cada Día Mundial del Hincha de Huracán, tiene su cierto tinte montenegrino.

Gonzalo Hernán Minici