
#HistoriaQuemera ¡Feliz cumpleaños, Mauro Milano!
Mauro Ramiro Milano, futbolista que marcó una época de reposición, nació el 18 de enero de 1984 en Chacabuco, provincia de Buenos Aires. Vivió diez años en torno al Parque más vívido y capitalino, y fue la sonrisa que contrarrestó tiempos de sombra.
A los diecisiete años, un vecino y amigo de su familia lo acercó al Globo. Sin cupo en AFA, tuvo que iniciarse en la paralela liga metropolitana, donde demostró su potencial y salió campeón. Inmediatamente luego sí, fichó en inferiores, y estuvo un año en Quinta División. Con dieciocho jóvenes veranos, dos emblemas históricos del mediocampo huracanense significaron su vademécum hacia mayores: Brindisi lo subió a Primera y Babington lo hizo debutar, en el último partido del Apertura 2002, contra Olimpo el 30 de noviembre en Bahía Blanca. Linda bahía blanca (y roja, con pretérito fundacional verde) le esperaba… Aunque la misma se hizo esperar, ya que en el Clausura 2003 sufrió su primera lesión grave: una rotura de ligamento cruzado y meniscos de la rodilla izquierda lo marginó de las canchas hasta el 2004.
Mediapunta que también hace de delantero, ágil y de encarar, pillo, mago en cuestión de amagues, con explosión, desequilibrio y llegada a la red. Así es «Pini». El 3 de abril de 2004, frente a San Martín de San Juan, su primer grito, digno del mejor encuadramiento: apiló a varios rivales y definió desde las puertas del área, para empatar el partido en 1. Cerró el año con la titularidad en el bolsillo y concretó su primer ciclo, antes de ir sólo por seis meses a Quéretaro de México (15 partidas y 3 goles en 2005). Tras su paso por el exterior volvió al sur porteño, para ser el crack del elenco de Mohamed. A puro regate y gol, entre intereses desde Colombia, México y entidades locales, llegó a la temporada de erupción, la 2006-2007. Fue el jugador más hábil del plantel; como lo pintó Waldemar Iglesias, el dueño de casi toda la fantasía quemera en esa campaña. Señaló 13 dianas en 33 oportunidades (una cada menos de tres) y llegó al límite de bramar tres veces en 45 minutos (ante Ben Hur, 12/05/07). Aún resuena el clamor por sus tiros libres en su brillante 2007 con la «7», cuando devolvió a Huracán a su categoría por naturaleza. Así finalizó sus primeros dos grados en La Quema, con 118 partidos y 24 goles.
A Europa sin escalas, Asteras Trípolis de la Superliga de Grecia fue su destino. Aunque, entre 2007 y 2009, su fortuna fue escasa: lo aquejaron las lesiones y jugó muy poco. Se mudó al Iraklis Thessaloniki, en la misma tierra helénica y permaneció allí hasta 2010, cuando regresó a su patria para cumplir en Defensa y Justicia la primera mitad de 2011, con poca continuidad y muchas más lesiones. Antes, desde la cuna de la filosofía occidental, declaró amar al aerostato de Jorge Newbery, seguirlo a la distancia y prometió volver. Consumó juramento…
Su retorno a Patricios en julio de 2011 fue la puesta en escena de su hombría quemera: dio el presente en lo que, a fines prácticos, se trató de una nueva refundación del club desde sus ruinas, y fue una pieza sustancial en esas malas que sin él, y sin dudas, hubieran sido peores. Asimismo, integró plantel campeón de la Copa Argentina 2014, efectivando incluso su penal durante el primer paso del camino. En su segunda vuelta, completó 77 partidos y 12 tantos, totalizando entre sus tres etapas 195 encuentros, 36 marcas y una década (2002-2004; 2005-2007 y 2011-2014) en casa huracanada. Su último juego fue el lunes 26 de mayo de 2014, ante Talleres.
Prosiguió, a partir del 24 de julio, en San Martín de San Juan (2014-2015), All Boys (2015-2017) y Royal Pari (Bolivia, 2018-actualidad), desde donde está escribiendo historia y sueña con retirarse con camiseta huracanense.
El presente homenaje es justicia en recuerdo de quien almibaró momentos de desdicha con la dicha de su huella. Resulta culto a su gracia y brindis por sus gambetas.
Gonzalo Hernán Minici