#HistoriaQuemera ¡Feliz cumpleaños, Luciano Balbi!
En Rosario, el 12 de abril que cerró los años ochenta, abrió los días de Luciano Balbi, una de las facciones del último rostro feliz de Huracán. De nacer en la «Cuna de la Bandera», a ser bandera que acunó un tiempo de ensueño huracanense: la plantada sobre el lateral izquierdo durante 2015 y 2016.
Sin sorpresas, se formó en Central, uno de los dos poderosos de su tierra. Aunque su debut en Primera tuvo otra casa: Lanús. Allí batalló de 2010 a 2013, conquistando Sudamérica en la última añada. Partió después a Liga de Quito, Ecuador, mientras el Globo partía, por fin, una piedra desdichada que acarreaba más de cuatro décadas de postergaciones. Así, su llegada: el segundo día de 2015, fue el primer refuerzo en aterrizar en esa naciente nueva era de protagonismo, con la tarea de defender y consolidar la realidad alcanzada. Así, su primera prueba: en una cita con el honor y un contrato con la responsabilidad, el 3 de febrero clavó Globo en pecho y defendió en Perú el retorno de Huracán a la Copa Libertadores tras cuarenta y un años. Aquel póker de gritos huracanados a Alianza Lima resultó el comienzo del sendero que «Lucho» caminó en La Quema. Guardián de guardianes, faenó en amparar una de las franjas de peligro hacia el portal de Marcos Díaz tras la sala central de (primero) Vismara y (luego) Fritzler. Su solidez, mucho más grata que errante, lo erigió titular desde el principio y, junto a San Román, pareció ser uno de dos santos de las líneas de cal. Fue una de las caras repetidas que a su paso glorió en la Supercopa Argentina 2014, la última estrella, ante uno de los mejores «River» de la historia (del que Huracán a hoy es verdugo); excavó hasta el fondo de la Copa Sudamericana 2015 para volver sin oro, aunque con plata y el recuerdo imborrable de aquel invicto, y dejó un porte de donaire durante el máximo certamen continental de 2016, eliminado por las armas nobles y la falta de nobleza de su rival, a los postres, campeón. ¿Huracán? Muy posicionado en estadísticas globales, jerarquizado y con peso renovado en su preciada historia.
En medias del 2016, el final de sus días quemeros llegó y llevó al defensor a Europa, dejando nada más, nada menos, que el sudor de sus 56 litigios a frente erguida. Jugó en Valladolid de España y, a fecha, en la Unión de su provincia madre. Su recuerdo, empero, apenas comienza (con una puerta entornada).
Gonzalo Hernán Minici