#HistoriaQuemera Aniversario de Julián Centeya
Historia Quemera

#HistoriaQuemera Aniversario de Julián Centeya

Difícil tarea resulta la de historiar sobre un poeta sin poseer su vasta prosa; escribir sobre sus letras careciendo de su pluma, o contarlo, aunque sin contar con su magia. No obstante, este día le abre las puertas al reconocimiento de un artista de la palabra, algunas de aquellas tan hermosas que siempre le dedicó a Huracán.

Nació en Borgotaro, Italia, el 15 de octubre de 1910 como Amleto Enrique Vergiati. Pero, con sólo un año, su familia tuvo que dejar «la Bota» y pisar San Francisco, en Córdoba. Se radicó allí hasta 1923, cuando llegó al barrio que le enraizó el corazón y luego lo adoptó como vecino ilustre: Parque Patricios. Cursó estudios en el colegio Abraham Luppi de Pompeya, donde aprendió a amar al Club Atlético Huracán allí originado tiempo atrás. Sin embargo, la calle resultó su mejor maestra.

Fiel a la luna, el café y la bohemia, creó en su primera canción a «Julián Centeya», el personaje que lo presentó desde entonces. Con él, conquistó el oído de tangueros y se transformó en un antologista del lunfardo. Glosó diez libros (dos de ellos póstumos) y versó bellos poemas; todas obras de lectura recomendada. Amó a los animales, desde su italiano perro Cri-Cri hasta los treinta y tres gatos que supo adoptar, y, quizás estimulado por la vocación periodística de su padre, estuvo vinculado con los diarios y el radiofonismo; también, el partidario de Huracán. Dicen, empero, que pese a su discernible talento como letrista y recitador, nada más rico existía que sus charlas hasta la madrugada con amigos. Lo sabrían Ducó y Homero Manzi, ya que varias de ellas eran en la sede y giraban en torno al Globo.

En 1971 retrató la antropología marginal de La Quema en su única novela, «El vaciadero». Profundo compromiso y saber tenía al respecto. Siempre lo sostenía: «Para escribir hay que vivirla; si no nos acunamos en el camelo literario». Quedó conjugado en la memoria como «El Hombre Gris de Buenos Aires», aunque mucho tenía de blanco y rojo… Tanto, que se permitió poetizar sobre su realidad más amada: Huracán. Admirador del «hincha» argentino, posee en su honor un rostro esculpido y, además, un Espacio Cultural luce su inconfundible seudónimo desde 2004. Mas hoy la cultura entera debería abrirle espacio a su recuerdo en un nuevo aniversario de su natalicio.

Gonzalo Hernán Minici