
“Haber sido médico de Ducó para mí es un orgullo”
Te invitamos a conocer a Miguel Ángel Lucas, médico y amigo personal del Teniente Tomás Adolfo Ducó. En una charla exclusiva, “Lelo”, como lo apoda su familia, relató con lujo de detalles su vida como médico y, por supuesto, su relación y sus vivencias con quien construyó el Palacio del Globo.
– ¿Por qué decidió estudiar medicina? ¿Cómo surgió su interés?
– Decidí estudiar medicina por influencia de mi madre, porque ella creía que yo tenía vocación médica, por el tipo de solidaridad que tenía con los demás. Primero di un examen en Córdoba, en la escuela de aviación militar y salí segundo; el primero fue el hijo del comandante a cargo de la fuerza aérea. El examen físico y el teórico los rendí bien y me mandaron en tren a Buenos Aires. Una vez que llegué a casa mi madre me dijo: “Vos tenés inquietudes por la medicina, ¿Por qué no te presentás en medicina?”. Después, me anoté porque era la vocación de mi madre, y me di cuenta que era realmente mi vocación.
– ¿Qué especialidad de la medicina decidió seguir?
– Me interesó la cirugía cardiovascular. Soy casi un pionero de la cirugía cardiovascular argentina; más que nada en la cirugía vascular, de aorta, de carótida y de trasplantes renales también. En noviembre de 1963 nació uno de mis hijos y en diciembre lo operé de un problema de la aorta.
– ¿En qué año se recibió?
– Me recibí a los 22 años, el 20 de julio de 1956. Fui el primer residente del Hospital Militar Central Civil.
– ¿Cómo conoció al Teniente Tomás Adolfo Ducó?
– Lo conocí en el Hospital Militar Central, cuando me dijo que quería que Hugo Mercado y yo lo operáramos.
– ¿Cómo llegó a ser su médico?
– Lo conocí por mi padre, quien era un amigo del General. Una mañana en el quinto piso del Hospital, vi la figura de él vestido de civil, donde le dije “Don Tomás”, y le comenté que lo conocía porque era hijo del “Gallego” Lucas. Él me respondió que se venía a operar con Mercado y conmigo de un tumor en el estómago. Esta es la manera por la cual llegué a él.
– ¿En qué circunstancias lo atendió a Ducó?
– Lo atendí en sus últimos años de vida. Lo operé en el año 1963.
– ¿Fueron amigos o la relación fue de doctor – paciente?
– Con Ducó nos hicimos amigos cuando yo iba a curar lo de la primera operación, iba hasta tres veces por semana a la casa. Lo más fuerte fue ver el final, asistir al final y ayudarlo en todo lo que yo pude cuando lo operamos. Yo tenía una diferencia de edad grande con él. Fui su respetuoso médico, y lamentablemente falleció después de la operación, no de esto sino por una embolia de pulmón en manos del médico Pedro Bianchi Donaire.
– ¿Cuánto tiempo fue su médico?
– Fui su médico 3 años. Tiempo después de que lo operé, falleció por una complicación en una operación.
– ¿Cómo lo recuerda a Tomás Ducó?
– Lo más grato es de los bailes en Huracán, sobre todo los carnavales, pero yo iba todo el año allí. Era un hombre derecho, fue un honor conocerlo.
– ¿Cómo lo calificaría como persona?
– Como persona era un hombre valiente, con una responsabilidad muy sólida, muy firme en sus convicciones, un ejemplo. Era un verdadero huracanense.
– ¿Qué anécdotas tiene con él?
– La anécdota que recuerdo fue cuando él salió de la operación y se despertó de la anestesia. Me miró y me preguntó si todavía estaba en la tierra, porque tenía dos enfermeras muy bien dotadas físicamente, miró para ambos lados y dijo «Estoy entre ángeles». Al ver todo celeste alrededor, pensó que estaba en el cielo.
– ¿Compartían el mismo sentimiento por Huracán?
– Si, por supuesto. Antes de que yo naciera, antes de que mis padres supieran si yo era varón o mujer, me hicieron hincha de Huracán. Llevo desde antes de nacer al Globo en mis venas, como toda mi familia. En mi familia, que somos todos quemeros. Tenemos un dicho: “Cuando te pongas en pareja, que sea de Huracán”.
– ¿Tuvo alguna repercusión negativa en su carrera por ser el médico de Ducó?
– No, para nada. Yo tuve la suerte de ser hijo del “Gallego” Lucas, que fue un excelente hombre y un médico increíble. Haber sido médico de Ducó para mí es un orgullo.
Maira Arrojo y Celeste Quaranta