
“Cuando el talento no reconoce de fronteras ni de tiempos”
La familia quemera despidió al Loco Houseman. Entre lágrimas, dolor y nostalgia se fue René. Nosotros hoy tenemos el privilegio de compartir y ser parte del sentimiento de esta familia, más no sea por un instante.
Los contemporáneos de René crecimos admirando su talento, como tantos otros que marcaron a fuego la impronta de un modo de sentir el fútbol. Desde aquel Huracán conducido por el Flaco Menotti, que terminó marcando un antes y un después del fútbol, ese Huracán era la mezcla ideal que todo equipo desea tener: un conductor, que no sólo se atrevía a soñar, sino que tenía la valentía de salir a atrapar sus sueños y hacerlos realidad. Una mezcla de talento, de personalidad y coraje. Por donde se lo mire, era un equipo que causaba admiración. Entre paredes, gambetas y sueños, hacía que los 90 minutos fueran muy poco.
Si bien es injusto no nombrar al Inglés o a Miguel, el Loco era el Loco. Con ese arrebato de barrio y locura, hacía que todos quieran imitar los indescifrables amagues y fintas, que hacían realmente que los marcadores quedarán mareados. Después, su talento se desparramó a la Selección Nacional, y el Loco sacó pasaporte a la inmortalidad.
Ya sentíamos todos los que amamos al fútbol que René ya no era sólo de Huracán: el Loco era de todos. Como aquellos pensadores cuyos razonamientos trascienden los tiempos, o los grandes escritores cuya escritura traspasa la frontera de las eras, el Loco tuvo esa magia y poder de los Elegidos. A fuerza de fintas de amagues y engaños, se fue quedando para siempre en el corazón del hincha.
Con tiempo ya fuera del futbol, en muchas oportunidades lo crucé, cada vez que enfrentaba a Huracán, y siempre me dignaba con su saludo y con su abrazo, viniendo al vestuario. Un día lo crucé en Brasil, durante el Mundial 2014, y fui testigo de la admiración de la gente no sólo de nuestro País, sino del mundo. El Loco fue amado y reconocido en todos lados.
La última vez que lo vi fue después del partido de River. Afuera del vestuario me dio un abrazo y me dijo “qué bien juega Pussetto…”.
Hoy ya El Loco no está entre nosotros. Se nos escapó y nos tiró una gambeta. No veo la hora que llegue el viernes para que el Ducó estalle en un grito, en aplausos y en lágrimas. Él, como poeta omnipotente, seguirá viviendo para siempre en el corazón de la gente, en cada evocación, en cada grito, en cada “ole”, incólume, absoluto.
Como duende sagrado seguirá viviendo en su legado. Con el poder supremo de los elegidos, que a fuerza de coraje, habilidad, talento y humildad conquistó la admiración y el respeto de la pelota.
Gracias Loco por hacernos vivir el futbol de pié, al borde de la emoción y la pasión absoluta. A veces hay cosas que brillan tanto, que nos enceguecen, pero después de un tiempo, no pueden sostenerse. Hay otras que brillan de un modo tan particular, que lo que parece imperceptible, con el paso del tiempo, hace que su luz brille eternamente, y perduren para siempre.
Gracias Huracán por haberme abierto las puertas de su casa y permitirme palpar de cerca estas historias y estos hombres. Mi admiración y mi respeto a René, que seguirá presente en el recuerdo y en la nostalgia. Un abrazo solidario a la familia. El Loco se fue con una mueca de sonrisa, y así quisiera recordarlo por siempre.
Gustavo Julio Alfaro