
Chiesa: La Quema te sigue aplaudiendo
El 15 de octubre de 1961 partió del plano terrenal Ángel Domingo Chiesa, quien en el sur capitalino no paró de gloriar, agraciar, asistir, golear, jugar, crear y hacer ciencia de su fútbol.
Nacido en 1902, debutó en 1919 en General Mitre. En Huracán lo hizo al año. En ese 1920 de gritos inaugurales, fue centrodelantero. Habiendo pasado por más gloria en 1921 (un partido fue wing), en 1922 adoptó su posición estelar: entreala. Lo hizo por la izquierda de toda la «Década de Oro» del Globo y campeonó, en total, siete veces: es, junto a Pratto, el futbolista propio más campeón.
En «El Ballet Blanco» de 1928 compuso una delantera de ensueño: Loizo, Spósito, Stábile, Chiesa y Onzari. Él no sólo marcaba tantos y ganaba títulos de a montones, también, era un genio de los toques: se asociaba con complejas triangulaciones con sus compañeros y, sobre todo, asistía a Stábile para que marque toneladas de grandes y miríficos goles. Su juego era cuasi (y no tanto) científico. Tanto, que lo llegaron a titular «el matemático de los pases».
Totalizó 111 anotaciones en sus 230 cotejos huracanenses (1920-1931). Es el quinto más alto artillero del club y representó con luz al cuadro patrio (9 partidos y 1 gol). Tras años de inactividad, jugó en Argentinos en 1936. Luego, colgó los botines.
Pese a tanta gloria, era sumamente tímido: lo aterrorizaban los aplausos, esos que oyó durante toda su carrera. Si aún hoy, a cien años de su arte balompédico, La Quema lo sigue aplaudiendo.
Gonzalo Hernán Minici





